jueves, 9 de enero de 2020

Entre golpe, medio golpe, el golpe de Misericordia, los chimbángueles y las requintas afinan su tumbao

¡Ajé, ajé, ajé, bendito, ajé!, otra forma de nombrar a un Santo que traspasó las líneas diferenciales humanas y forma parte de un santoral católico, sin dejar de ser un santo de los negros, San Benito, el Moro, San Benito de Palermo, Benedicto el Africano, El Santo Negro. Las investigaciones antropológicas señalan que el culto a San Benito tiene sus orígenes en los procesos de mestizajes y sincretismos, nacidos de las contextos de dominación y hegemonía, producidos en Venezuela, a partir del siglo XVI en el occidente de nuestro territorio nacional. Su mito fundacional nos permite ubicar su génesis en el extinto pueblo de San Pedro, conocido hoy como “las ruinas de San Pedro”, éste se localiza entre  Gibraltar y Palmarito, en el municipio Sucre del estado Zulia, lugar que antes de la llegada de los europeos, fue poblado por los indios Bobures, Moporos, Tomoporos, este territorio como tantos otros en nuestro país y continente, fueron zona de explotación a través de la mano de obra esclavizada.

“Los negreros instrumentos viles-del capitalismo comercial –penetraban tierra adentro en  el continente africano, incendiaban las aldeas capturaban sus habitantes o los adquirían bajo rescate y encadenados con collares de acero y a látigo eran conducidos a la costa; el treinta por ciento moría en el viaje hacia el puerto de embarque, el doce por ciento en la travesía del Océano, y el cinco por ciento en el mercado. Los traficantes aprovechaban solamente el cincuenta por ciento y obtenían, sin embargo, fabulosas ganancias”.*

Allí llegaron hombres y mujeres del continente africano de tribus de origen Bantú, Congo, Baja Guinea, Loango, Mina, Yumbé o Younde, Camundá, Aschanti, Mandinga, Volo, Revolo (o Rebolla), Bambara, Malinké, Níger, entre muchísimas otras; con su carga cultural e idiosincrática, llegaron a nuestro país para extraer perlas, cuidar las haciendas, cultivar la tierra, cultivar cacao, tabaco, realizar el trabajo fuerte para el hombre blanco y pelear también sus y nuestras batallas.

 Hay indicios de que este Santo Negro fue traído por los Franciscanos en el 1600  a las  plantaciones del Sur del Lago de Maracaibo como forma de evangelizar a los esclavos africanos que hacían vida en estas tierras.
San Benito tiene el privilegio de transitar desde lo divino a lo humano en estas festividades que se ejecutan el 27 o 29  de diciembre, el 1 o 6 de enero, santo trasmutado entre la iglesia espacio cristiano y el pueblo, representado en los vasallos y sus chimbángueles el espacio pagano. Cruza, todavía, cinco siglos después el puente entre dos culturas y dos visiones del mundo religioso, uno el del blanco y el otro el del negro, dos rituales y dos concepciones  unificadas en un sentir por el Santo Negro.

 Benito Manassiere Larcan, nace el 21 de marzo de 1524, en San Fratello, en la provincia de Messina de Sicilia, ubicada en el monte Nébrodi, sus padres eran gente libre nacidas en África y llevadas como esclavos desde Etiopía a Sicilia, sus padres Cristobal y Diana al casarse decidieron no tener hijos esclavos como ellos, pero su patrón Don Manassieri, les prometió que su primer hijo sería liberto, allí nació San Benito de Palermo, hijo de esclavos quien entregó su vida a la caridad y a la contemplación espiritual, fue devoto de Jesús crucificado y de la Santa Virgen,  a los 20 años se consagra al servicio de Dios, en vida sanaba enfermos, después de haber orado con férvida fe. Y, hoy, después de su muerte sigue sanando enfermos y sustentando la fe del pueblo. Sus festividades se caracterizan por la participación de los vasallos de Chimbánguele y sus seis golpes de tambor: golpe Cantica, golpe Chocho, Golpe Aje, golpe Chimbanglero Vaya, golpe Misericordia, golpe San Gorongome Vaya, así como la danza ritual conocida como Giros de San Benito, que consiste en bailar dando giros alrededor de un palo de cintas, tejiendo y destejiendo, de frente al Santo, este baile es ejecutado en nuestros andes merideños.
 En Mucuchíes mientras danzan agitan una maraca con la mano izquierda y chocan sus bastones y golpean el suelo con ellos. En Trujillo, se inicia con un rosario cantado junto al pesebre y al Santo y se realizan  la gaita, el juego de la Botella  y la Ofrenda como ceremonias al Santo Negro. Para algunos todo inicia con una promesa al Santo, la cual debe ser pagada si el peticionario no quiere aventurarse a ser castigado y pasar a la otra vida, vagando como alma en pena y espantando a los vivos con sus lamentos.

En Bobure, por ejemplo, para llegar al día de la festividad el 1 de enero, los devotos tienen tres encuentros o ensayos: uno que se produce el primer sábado de octubre, por la noche ensayan frente a la iglesia, pero el santo no sale, allí tocan y bailan; el segundo ensayo de obligación se produce el 31 de octubre en la víspera del día de todos los santos y el tercer chimbánguele de obligación se realiza el 7 de diciembre, víspera de la inmaculada concepción de María. El 30 de diciembre en la noche el santo sale en procesión, aunque la música que lo acompaña no es de chimbángueles, la ritualidad responde a la cristiandad europea, la música es luctuosa y la procesión se efectúa en silencio; luego regresa a la iglesia donde permanecerá  hasta el 1 de enero, fecha en que será llamado para la ritualidad pagana. El gobierno de la cofradía, junto a los chimbángueles asumen su rol  sacramental, pues los tambores llaman al Santo Negro, cuando San Benito sale de la iglesia, se debe tocar el golpe Ajé, el santo junto con su gente recorre el pueblo y en la tarde se acercan  hasta el cementerio para rendir tributo a los difuntos. Cerca de las diez de la noche el Santo vuelve a cruzar el puente tendido que une dos mundos y regresa a la religiosidad cristiana. Como dato final en la celebración del Santo Negro el sincretismo es tal que cada instrumento musical que se ejecuta posee su propia ritualidad sagrada: el botuto, la maraca, las flautas, requinta media, tambores hembras, tambores machos, el medio golpe, el cantante, el respondón, el arriero, el mayor. La musicalidad debe estar a la altura del Santo, sin ellos el rito no avanza, entonces quien toca cada instrumento debe saber hacerlo de lo contrario el santo no saldrá o entrará en la iglesia, los chimbángueles son el motor del culto. La figura del Santo ante sus vasallos es mucho más que un icono material, es un misterio sagrado que los trasciende.

  Brito Figueroa, Federico. La estructura económica de Venezuela colonial,p. 94.
El Troudi Haiman (2018) San Benito suena su tambor en Lo afirmativo venezolano, Patrimonio, Caracas
Suárez Carlos. (s/f) Los Chimbángueles de San Benito. Fundación de Etnomusicología y Folklore. Caracas
Investigación y reinterpretación de textos

Maury Valeria 
Paraguachoa- Isla de Margarita, noviembre 2019.
PNFA Artes y Culturas del Sur.
UNEARTE

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